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Leydis Jun 2017
Feliz,
completamente y radiantemente feliz.
Tu eres la luz que comenzó a penetrar mis hoscos espacios,
intuyendo,
adivinando,
discerniendo, toda la luz que existía entre los restos de la mujer que encontraste,
y decidiste amarla sin límites,
sin conclusiones y con paciencia de santo.
Humedeciendo con tus besos la piel escamosa de tragos amargos.
Sanando con tus abrazos, la niña miedosa que en mi se refugiaba.
Cobijando los sueños de ser dulcemente amada.

El solo pensarte,
provoca que mi rostro consuma toda la sabiduría,
la alegría, la coquetería, la pacífica energía que produce el amor.
Se viste mi cuerpo en cosquillas, en tiernas fibras de amor.
Es innegable, es indiscutible, que tu amor ¡me ha cambiado mi vida!

Pensarte,
es sentirme la cenicienta del cuento,
mis pies se arquean imaginando tus labios en mi cuello.
cierro las piernas para contener el deseo,
para apaciguar las ansias hasta nuestro próximo encuentro.

Pensarte,
es hablarte desde lejos.
es decirte que eres mi vidriero de amor,
mi recompensa celestial,
la alegría de Dios por testiguar dos corazones amando sus impurezas,
perfeccionándose en miradas que absuelven dolencias,
que se apoyan y se afincan a iluminar un poco la tierra,
en un amor terrestre que traspasa las coordenadas universales,
donde el destino y el infinito se ponen de acuerdo.

Pensarte,
es saber que eres mejor que todos los sonidos compuesto por Mozart.
Es tu amor indudablemente, mi mejor obra de arte.
Te pienso, te quiero, te adoro, te venero, te respeto,
te ansió, te deseo, te extraño cuando no estas a mi lado,
de toda las poesías ¡Tú eres mi mejor rima y verso!,
rima mi cuerpo desde que me conferiste tu amor,
me siento agradecida contigo,
con la vida,
con Dios, por concederme este sueño de amor.

Leydis Prose
6/22/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/about/
Adriana Feb 2020
Me deshago en gotas,
Brotes de invierno
Ajustados al punto de su tornar azul.

Agitada el agua, se mueve roja y escrupulosa
Socava mi respiración desde un vértice hasta el vacío.

Vacilas tus hojas en ramas de verano
en un recuerdo fútil.

Innegable tentación,
Sudaste y despertaste en el cuenco de mi lengua

Y te veía dormido en un espejismo
De esa extraña sensación de conocerte
Sin poder anticipar el movimiento de tus labios.

Era una mentira que guardaba
tu sutileza
Aquella misma que no me deja describirte
Porque fuiste ausente en tu acecho
Y aún así dejaste tu olor en mi tejido.

Me ahogo intentando contar tus lunares, en la incertidumbre de las horas cercanas y lejanas
Que ahorita empiezan a contar kilómetros y no suspiros.

No eres tú en tus colores tímidos
No soy yo en mis obsesiones ruidosas
No es ni el afuera ni el adentro

Son las cosas extrañas que van a la deriva en mi agua salada.
Flotan para encontrarlas y se quedan brillantes hasta que la sal las carcome.
Benjamin Rain May 2023
Hay ocasiones en las que contemplamos la belleza de la noche y nos inspiramos en su magnitud para reflexionar sobre la simplicidad de las cosas más básicas en la vida. Tal vez, mirando hacia el cielo estrellado, nos damos cuenta de la importancia de las matemáticas en nuestra existencia.

La suma, por ejemplo, es uno de los conceptos más básicos de la matemática, pero a veces lo pasamos por alto. ¿Quién hubiera pensado que al sumar el número uno consigo mismo, obtendríamos como resultado dos? Parece tan simple, pero es una verdad innegable.

En un mundo donde a menudo nos complicamos la vida con cosas innecesarias, es importante recordar la importancia de lo básico y simple. La suma es una herramienta poderosa en la vida cotidiana, desde el manejo de nuestras finanzas hasta la resolución de problemas complejos.

Así que, la próxima vez que estemos mirando al cielo estrellado, podemos recordar que la suma de uno más uno siempre será dos, sin importar cuán complejas sean las cosas que nos rodean.
Alberto, un señor de 67 años, oriundo de la ciudad de Mendoza, exjefe de una pequeña vinoteca, vivía solo tras la pérdida de su esposa en un accidente de tránsito.

Era un hombre generalmente tranquilo, aunque muy inestable, con problemas de salud como taquicardia, sudoración y temblores. A menudo sentía un malestar innegable, algo constante que no lo dejaba estar en paz, pero luchaba por mantener la cordura.

Paseaba las calles y plazas de su ciudad murmurando "Dicen que el tiempo cura, pero nadie te dice cómo se vive sin la mitad de tu alma". Siempre llevaba consigo un reloj de bolsillo, regalo de María, su difunta esposa. No lo llevaba para ver la hora, sino como un recuerdo de su mujer.

Un día fue a visitar a Miguel, un excompañero suyo. Encendió el motor de su Ford Falcon amarillo modelo '81, después de mucho tiempo sin uso y se dirigió a un pueblo a las afueras de la ciudad. La tarde había quedado atrás. La oscuridad había empezado a caer. Pocas luces. Mucha niebla. Ver a distancia era casi imposible.

Durante el viaje, llorando, recordaba a María mientras sonaba Spinetta en la radio, el que solían escuchar juntos.

"Y si acaso no brillara el sol,
y quedara yo atrapado aquí,
no vería la razón,
de seguir viviendo sin tu amor.
Y hoy enloquecido vuelvo,
buscando tu querer,
no queda más que viento".
coreaba entre lágrimas.

Revisando el maletero, buscaba algo, sin saber qué. Encontró una foto de ellos dos junto al mar, pero sus rostros se diluían, como si fueran arrastrados marea adentro. El corazón le latió fuerte. Tanto, que empezó a sentir un dolor agudo en el pecho.

En un momento, se encontró con un camión que venía perdiendo el control, giró el volante y se tiró al costado. Desconcertado y sin ver nada, terminó conduciendo derecho hacia un abismo. Pisó el freno a último momento, pero el auto se arrastró sobre el barro y quedó colgando del borde. Terminó rompiendo el parabrisas, que reflejaba algo ya extinto. Cristales por todos lados, como si hubiera dañado su espejo.

En su mano, el artefacto intacto, funcionaba mejor que nunca. Buscaba a María, atrapada en las agujas de su reloj. Uno que ya no medía el paso del tiempo, sino que repetía lo perdido en laberintos de ausencia.
Todavía marca la hora.
Los minutos.
Los segundos.

7:10 a.m.

La visión se quebró.
Dejando eternos e infinitos fragmentos.
Alberto no murió físicamente. Murió por dentro. La pérdida lo dejó atrapado en un bucle emocional que gira una y otra vez en torno a las 7:10 a.m. Hora en la que su alma se quebró. El reloj, es símbolo de ese instante eterno. Aunque el mundo siga, él quedó detenido en el tiempo del dolor.

— The End —