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Inhale,
Trying to to recall every single one of your skin's centimeters in the memory,
Exhale,
soaking up the taste of your birthmarks in the tip of my tongue.
I live in the reminiscence,
the mornings on your bed.
I breathe,  and still can smell the white calla lillies.
I stand up from bed,
and stumble up with the canvas of the night before,
that still drips,
like suicidal veins,
the russet and dark brushstrokes which I tried to expel with,
my -so savage-craving  of your kiss.
Dreamed I was walking trough my mistake's hallway,
telling you lies for my ego's amusement.

I breathe in silence, and I managed to cauterize my wounds,
by thinking of you.

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Inhalo,

tratando de retener cada uno de los centímetros de tu piel en la memoria,

exhalo,

y dejo impregnados en la ***** de mi lengua el sabor de los lunares de tu espalda.

Vivo en el recuerdo,

de las mañanas en tu cama,

respiro y aún puedo oler tu perfume de alcatraces.



Me levanto,

trastabillo con el canvas de la noche anterior que aún gotea,

como venas suicidas,

los colores oscuros y bermejos de las pinceladas furiosas de ayer,

con las que intenté expeler mi ansia tan salvaje de tus besos.



Soñé caminar por el pasillo largo de mis errores,

contándote mentiras para el recreo de mi ego.



Respiro,

y en silencio,

logro cauterizar mis heridas,

pensándote.
*poem written originally in spanish
Mel Zalewsky Jun 4
El sol se despidió  
con un beso dorado  
sobre la pradera temblorosa.  

La luna,  
soberana de la noche,  
cerró los cielos azules  
y convocó a las auroras  
para tejer su manto estrellado.  

Las nubes desfilaron,  
mujeres ancianas  
agitando sus vestidos de algodón,  
dejando caer perlas blancas  
sobre las pestañas del mundo.  

Los pinos se abrazaron,  
rezumando niebla  
como ofrenda  
para los montes sedientos.  

El pasto enmudeció,  
aprendió a soñar  
bajo el edredón de nieve,  
bajo las cuentas de cristal  
que las nubes olvidaron.  

El ciervo, sabio,  
vistió su capa de escarcha,  
abrigándose con los susurros  
que el viento le prestó.  

El oso,  
rey de los sueños invernales,  
se hundió en su cueva  
y soñó con el verano:  
con sus hijos no nacidos,  
con la miel que aún no gotea  
entre sus garras.  

Y en el centro del bosque, el Espíritu de las Nieves teje coronas de escarcha para quienes aprenden a escuchar el silencio.

El río,  
poeta líquido,  
guardó sus versos  
bajo una costra de hielo,  
atesorando su vigor  
para la primavera.  

Esta luna no es cruel.  
Es nodriza  
que arrulla  
a los que eligen acompañarla.  

Y aunque el sol  
sea solo un recuerdo lejano,  
el invierno no es villano:  
es el maestro silencioso  
que nos enseña  
a vivir con el frío  
como compañero,  
no como enemigo.  

Mel Zalewsky.

— The End —