Dios… hay verdades que no se dicen, porque decirlas es como romper un vidrio y dejar que los pedazos caigan sobre quien amamos.
Pero aun así, existen. Se esconden en los silencios, en las miradas que esquivan, en los abrazos que llegan tarde.
Y duelen. Duelen como duele crecer, como duele entender que no todo lo justo es verdad ni toda verdad es justa.
A veces uno ama… y aún amando, se va. A veces uno cree… y aún creyendo, se cae.
Pero la verdad, esa verdad cruda y sin abrigo, no viene a pedir permiso. Solo llega. Y cuando llega, te arranca la venda, te deja ciego de tanto ver lo que negabas.
Y ahí, en ese instante de ruina, es cuando uno cambia. Porque hay verdades que arden, no para destruirnos, sino para forjarnos de nuevo, más humanos, más despiertos, más verdaderos.
Y uno entiende… que no todo lo que duele es malo, y no todo lo que calma… es verdad.